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C.A.B.A., Argentina
Psicólogo/Psicoanalista - Instructor de Tai Chi Chuan y Lian Gong Tao

sábado, 24 de septiembre de 2011

Psicoanálisis y Budismo Zen


Psicoanálisis y Budismo Zen


Lacan cita en varias oportunidades a lo largo de su obra al Budismo en general y particularmente al Zen.  Voy a tratar de marcar algunos de sus aspectos fundamentales como también algunas relaciones posibles entre en Zen y el psicoanálisis.

Buda, que significa “el iluminado”, vivió en India alrededor  del año 500 antes de Cristo. Según se cuenta, en un relato histórico con ribetes  metafóricos, era un príncipe que vivió entre lujos hasta que, a los 24 años, salió del palacio y se encontró con la miseria y la enfermedad.  Se encontró con el goce y la castración.
Decide emprender un camino espiritual, conmovido por este descubrimiento y durante varios años transita, por ayunos y prácticas ascéticas muy rigurosas.  Finalmente las abandona por algo menos estricto, acepta la comida de una mujer y medita sentado bajo un árbol.
Con su iluminación comienza a enseñar proclamando, entre otras cosas: las Cuatro Nobles Verdades.
-         la vida es dolor o sufrimiento
-         la causa del sufrimiento es el deseo o la ignorancia.
-         para liberarse del sufrimiento es necesario extinguir el deseo o la ignorancia.
-         el método para ello es el Óctuple Sendero
Existen diversas interpretaciones de estas frases, algunas muy rígidas, dogmáticas y ligadas a lo religioso, y otras mas libres y centradas en el espíritu original de lo que Buda enseñó. 
Entonces, según el budismo, no se trata que la vida sea dolorosa por si misma, sino que esto es consecuencia del modo ilusorio en que el hombre vive. Este modo ilusorio está relacionado a la ignorancia citada como la causa de la frustración. Ignorancia, fundamentalmente, de que el hombre no tiene “yo”, “alma” o “si mismo individual”. Para el Budismo, el individuo no es sino un conglomerado  de fenómenos frágiles y fugaces, de combinaciones momentáneas e impermanentes. Un conjunto de procesos corporales, sensaciones, percepciones, voliciones, fantasías, pensamientos, sentimientos, actos de conciencia. El “yo” es una ilusión armada alrededor de estos agregados y así el hombre está atrapado en la búsqueda permanente de la satisfacción persiguiendo los objetos correspondientes a cada agregado.
Puede recordarse aquí, por una parte, que Freud situaba los “restos de lo visto y oído” como uno de los orígenes del yo y del ideal del yo, que luego van a ser el material básico de las identificaciones.  Por otro lado, pienso que, en otro contexto cultural y con cierto trasfondo religioso,  se está hablando de lo que ahora llamaríamos los engaños del narcisismo y los efectos de goce comandados desde el fantasma.
Lacan plantea que es en el Zen donde se encuentra lo mas interesante del Budismo.
Cuando el Budismo llegó a China, se encontró con el Taoismo y ambos se influenciaron mutuamente.  Nació entonces el Chan, que en Japón adoptó el nombre de Zen.
El Zen no es una religión ni una filosofía.  A decir de Lacan, es una sabiduría o una doctrina de salvación.
Dice en el Sem. 13: “El Zen no representa algo que puede llegar hasta el abuso de confianza. A decir verdad, no podría aconsejarles demasiado desconfiar de todas las idioteces que se apilan bajo ese registro.”
Efectivamente, en mas de 1500 años de historia ha habido muchas corrientes que han intentado aplastar la búsqueda de la que se trata y reemplazarlas por creencias religiosas que enseñaban una verdad.
El Zen mas genuino retoma la idea de que el yo es una ilusión y que todos los seres, las cosas y los fenómenos son impermanentes y están esencialmente vacíos.
“El vacío es la forma y la forma es el vacío” dice la versión china de un sutra.
De esto se deduce que el dolor de la vida cotidiana se sostiene, fundamentalmente, porque hay un yo que se hace eco.  Cuando ese yo cae, ¿quién es el que sufre?
Ese ¿quién es el qué....? es una de las preguntas básicas que se estimulan en la práctica del Zen.  Si bien mucha gente puede “practicar Zen”, el verdadero trabajo comienza cuando hay una “gran duda”: así se llama a la condición necesaria, estimulada por los maestros, para generar una práctica intensa.  Movimiento semejante al que se produce en las entrevistas preliminares a un análisis.
El método fundamental de la práctica Zen es la meditación sentados o Zazen.  Dentro de ella existen dos modos fundamentales: Shikantaza y el trabajo Koan.
Shikantaza o “solo sentarse” es algo así como disponer de toda la atención para ese acto, solo estar sentado. Como si la vida dependiera de ello.
El trabajo Koan, que parece ser el que mas ha conocido Lacan o el que mas le ha interesado, consiste en generar una atención similar, pero en relación a una historia o formula, sobre la que no puede llegarse a ninguna conclusión por el análisis lógico.
Uno de los más conocidos es: dos manos producen un aplauso, ¿cuál es el sonido de una sola mano?
Koan significa “suceso o evento abierto a todos” y no se trata de encontrarle una respuesta, sino de hacer contacto íntimo con lo que la formula muestra. Cada Koan, dicen los maestros Zen, muestra, pone en acto, un aspecto diferente de la naturaleza esencial.
El Zen trata a las palabras como significantes. Hace hincapié en que estas no pueden dar cuenta de la realidad.  Dicen: no hay que “confundir el dedo que señala la luna, con la luna misma”. 
Este es el motivo por el cual dan poca importancia a la teoría.  Sin embargo, los maestros se valen de las palabras, tanto en los encuentros grupales como en los individuales con sus estudiantes, como mínimo de dos formas:
Por un lado las utilizan en un modo explicativo, dando indicaciones técnicas, enseñando los aspectos generales de la práctica y alentando o conteniendo en los momentos mas difíciles.  Por otro lado, en su cara más significante, especialmente cuando un estudiante ha hecho ya algún recorrido, el maestro las utiliza para que el estudiante no pueda refugiarse en ellas Cuestiona permanentemente denegando los intentos de explicaciones que pretende dar del Koan, no permite que diga ninguna palabra cuando intenta hablar, responde a las preguntas del estudiante con respuestas que no tienen sentido lógico, permanece en silencio y no responde, realiza actos de diversa naturaleza sin dar ninguna razón.   Todo esto está orientado a conmover el sistema de creencias y pensamientos en que la persona se refugia y a minar la posibilidad de sostenerse en ellos.  Se genera así una fuerte ansiedad y la sensación de no tener donde apoyarse, de qué agarrarse.   ¿Se podría decir, desde el psicoanálisis que lo que hace es que el practicante no pueda representarse, que no pueda verse y que esto abre la vía de la angustia?  
Pienso que en otros momentos estas mismas intervenciones van al lugar de lo que llamamos interpretaciones de corte.  El maestro dice o hace algo y lo que responde es algo que se pierde y algo que adviene. Dice un maestro Zen respecto de esto: “...hemos perdido algo, y eso es lo que se experimenta. Perdemos las dependencias de los conceptos y categorías, la imagen de uno mismo se sacude fuertemente, viejos anhelos por mundos esotéricos se desvanecen como bruma. Algo se pierde y eso nos hace sentir incómodos.  Dos condiciones para el florecimiento de esa experiencia: Completa apertura y estar listos, dispuestos a aceptar el cambio, pierda lo que pierda en este mismo instante.”
Como se ve, el lugar que ocupa el maestro Zen tiene cierta equivalencia al del analista. No responde a la demanda con saber, su respuesta es tal que relanza la pregunta del lado del estudiante. 
Dice Miller, refiriéndose al Budismo: “hay tradiciones que escaparon al Nombre del Padre”, y justifica esto diciendo que en el budismo se está en el régimen de lo divido múltiple, irreducible a la unidad.
A mi me parece que hay que separar como funciona Buda en el contexto de una práctica como el Zen, sobre todo al final de dicha praxis,  y como funciona para la cultura oriental en general. 
Dice Batchelor en su libro “Budismo sin creencia”; “Históricamente, el budismo ha tendido a perder su dimensión agnóstica al institucionalizarse como una religión Si hablas con uno de los que parecen monjes, verás que tiene una visión del mundo que se parece a un sistema de creencias, revelado hace mucho tiempo por alguien que es adorado como un dios, luego de cuya muerte personas santas han interpretado las revelaciones como una teología. Ha habido cismas y reformas y éstas han dado lugar a instituciones que parecen iglesias. El budismo, parecería, es una religión.”
Me parece, entonces,  que puede decirse que, en general, Buda funciona respecto del estudiante Zen que se inicia y de la religión Budista, como Otro no barrado, como Uno. Si el Zen fuera una religión alimentaría la identificación a este Ideal, en cambio, lo que hace el maestro Zen es denegar este camino con sus respuestas, que lleva a que se produzca un proceso de vaciamiento  Un ejemplo de esto::
Le preguntaron a Nan Ian qué es el Buda y el maestro dijo:
- Espera que haya uno y te lo diré.
Ante semejante respuesta el monje que preguntaba dijo.
- Si es así como dices, no hay nada de Buda en ti.
- En eso tienes razón, respondió Nan Ian.
-¿En que tengo razón, maestro?
- Estamos en el día 30 de este mes, respondió Nan Ian.

También se ve lo mismo en la respuesta a la aparición en imágenes de la figura de Buda durante la meditación.  “Si aparece el Buda, mata al Buda”.

En el Seminario 1 Lacan dice; “Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas” 
Me parece que no se trata de la “búsqueda del sentido”, sino, por el contrario, de minar el sentido, abriéndose al no-sentido, al acontecer de lo que sucede y a la respuesta a ese acontecer sin pensamiento intermediando.  Responder a lo acontece, donde “algo” responde,  va, me parece, en una línea semejante a: el sujeto como respuesta de lo Real.
Iun Men decía: “Cuando camines, camina. Ante todo no mezcles las cosas, pues el que interpreta pierde la vida”. 
Se llama “iluminación” o Satori o despertar a un proceso de una profunda conmoción, donde “caen el cuerpo y la mente” y quien atraviesa ese estado deja de estar preso de la dualidad generada por la ilusión del yo y por las palabras. Se lo considera como “comprender con el cuerpo”. Este es el objetivo que el  Zen entiende como “gran libertad”, pero se trata mas bien de un proceso que no tiene fin. En este sentido, la  “gran duda”  puede ser llamada así porque no hay posibilidad de ser extinguida.
Una vez le pregunté a un maestro Zen si la iluminación era para siempre.  “Nada es para siempre”, respondió.  ¿Se puede pensar que esto marca la presencia de la castración en el centro de esta disciplina? 
Se plantean falsas salidas del proceso Zen, como por ej. la creencia que esta libertad implica que uno puede hacer cualquier cosa, sin que importen las consecuencias, justificado porque todo es vacío e impermanente.  Esto va en paralelo a la salida cínica del fin de análisis.  En ambos casos algo se falsea con relación al lazo al Otro.  Dice Eric Lauren refiriéndose a la salida cínica del análisis: “...el analista solitario, que sabe que todo el mundo es enfermo, que sabe que ningun Ideal cubrirá la falta-en-ser, que no se enlaza mas a los ideales de la ciudad, no se vincula mas a los otros analistas...”
Otra salida Zen fallida en el Zen es la de la pasividad, entendiendo a la meditación como una especie de apaciguamiento y refugio en la quietud.
Ta Hui, maestro Zen de la primera mitad del Siglo XII, decía: “....se sientan con los ojos vendados como si estuvieran completamente muertos. Llaman a esto meditación tranquila, contemplación interior y reflexión silenciosa. Lo que pretenden es alcanzar el simple “vacío”, donde no hay ninguna vida, es decir, un estado de “nada” que consideran como algo eternamente fuera de las limitaciones del tiempo. Piensan que esto es obtener la paz absoluta..... ¡Que miseria¡ No se dan cuenta que se están preparando una vida fantasmagórica”
Parece equivalente a una salida de análisis de tipo  obsesiva  o también puede pensarse como una salida epicúrea, donde la norma existe en función de no dar lugar al goce que desborda, buscando el “justo medio”, a distancia de los excesos. .  Dice Eric Laurent que “la moral epicúrea consiste en no dejarse perturbar por nada, especialmente por el goce”.
La que sigue es una frase de un maestro japonés de comienzos del 1700, llamado Hakuin. Escribió respecto del trabajo Koan: “Cuando un hombre ha agarrado con sus propias fuerzas un koan, acaba por encontrarse en el límite de su tensión mental y llega a un punto muerto. No sabe en absoluto lo que debe hacer. Aparte de algunas sensaciones de malestar y desesperación ocasionales, es la misma muerte. De pronto, encuentra que su espíritu y su cuerpo son barridos de la existencia al mismo tiempo que el koan. Esto es lo que se llama soltar presa. Cuando abandona el estupor y vuelve a tomar aliento, siente una alegría inexpresable”.
Aunque no encontré citas precisas para graficar esto, en el Zen se dice que en la culminación aparece algo equivalente a lo que Lacan llama entusiasmo, como una de las pasiones del fin de análisis, junto al mal humor.  Respecto del entusiasmo, Laurent dice: ”Es una relación con el Otro, es la relación de la cadena significante conectada al objeta a”.

Héctor Frattini – hectorfrattini@yahoo.com.ar – 4372-3892

Introducción al Budismo Zen – Mariano Antolin-Rato y Alfredo Embid
Budismo sin creencias – Stephen Batchelor
Los objetos de la pasión – Eric Laurent
El Budismo – Edward Conze
Denkoroku Caso 1 (Artículo) – Augusto Alcalde Roshi
El Zen de Dogen – Taisen Deshimaru
Virtudes analíticas de la técnica Zen (Artículo) – Laura C. Costa
El Budismo Zen, el psicoanálisis y los fundamentos de la práctica (Artículo) – Nestor Bolomo
Las estrategias detrás de las cuales respira el zen (Artículo) – Karina Millas
El Zen y el occidente (Artículo) – Umberto Eco
Zen (Artículo) – Jean-Louis Gault
Verdad (Artículo) – Marie-Heléne Briole
Construir con las ruinas de sentido (Artículo) – Eric Laurent
Lacan – Seminarios 1 – 10 – 13 -



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domingo, 18 de septiembre de 2011

Tai Chi Chuan


Cuando me preguntan para que sirve el Tai Chi Chuan habitualmente me siento frente a una disyuntiva: legitimar la pregunta y enumerar sus beneficios para la salud física y el bienestar anímico o responder con algo que se me ha instalado con el transcurso de la experiencia de su práctica y apunta a la esencia de la misma; no sirve para absolutamente nada. 
Claro, esta última es una respuesta árida y difícil de entender para los que no han transitado algo de esta experiencia o al menos tienen algún conocimiento teórico de sus fundamentos.
Comencemos por lo más fácil: el Tai Chi Chuan pertenece a la familia de las llamadas artes marciales internas de la tradición china y comparte este lugar junto al Pa Kua y el Hsing-I Chuan.  Su origen, aunque impreciso, suele situarse alrededor de año 1650 en el seno de la familia Chen, si se hace caso a los registros históricos mas comprobables.
 En cambio la tradición señala a Zhang Sanfeng, monje del templo taoista del monte Wudang, como el creador de la técnica cerca del año 1200 de nuestra era. Se dice que presenció desde una ventana del templo un combate entre una serpiente y un ave, que de acuerdo a quién lo cuenta es una urraca, golondrina o garza y los movimientos de estos animales en combate, con la victoria del reptíl,  forjaron su idea que los desplazamientos curvilíneos, los retrocesos veloces y nuevos avances y la sutileza de esos desplazamientos eran más efectivos que los ataques violentos, duros y sin control.  Ideó, entonces, lo mas característico y conocido del Tai Chi Chuan, un encadenamiento de movimientos que no tiene interrupción en su realización y que consiste en una sucesión de posturas y desplazamientos ligados a la defensa de golpes o aplicación de los mismos.  Esta secuencia, conocida como “forma”, puede constar de diversas cantidad y tipo de movimientos dependiendo, entre otras variables, del estilo de Tai Chi Chuan al que esa forma pertenezca.  También puede ser ejecutada con objetos como por ej. espada o palo.
La forma es realizada generalmente a un ritmo lento y con semiflexión de rodillas lo cual desarrolla  una gran fortaleza en las piernas, un alto grado de equilibrio y la posibilidad de entender uno de los principios de la práctica de este arte tal como fue descripto por el maestro Yang Lu-ch”an (1799-1872):
“La raíz está en los pies, la energía sube directamente por las piernas, es controlada por la cintura y es expresada en las manos y dedos. Desde los pies a las piernas y hasta la cintura debe haber un completo flujo de chi”.
Chi es un concepto de la medicina y de las distintas tradiciones de trabajo corporal chinas (tai chi chuan – dao yin – chi kung – lian gong, etc.) que refiere a un determinado tipo de energía sutil que fundamenta el mundo visible y se entremezcla con él y que circula dentro del cuerpo humano por una serie de canales o circuitos que la M.T.C. (Medicina tradicional china) denomina “meridianos”.  La ejecución lenta, con extrema relajación y una fuerte atención centrada en lo que se está haciendo, durante la realización de la forma, permite fortalecer y estimular la circulación de este chi contribuyendo a un equilibrio del mismo con la esperable consecuencia de una mejora de la salud (o ayuda en la recuperación de enfermedades), mejora de la capacidad de concentración, disminución del estrés, mejora y aumento de la capacidad respiratoria, alivio de dolores musculares y articulares, mejora de la postura y un mejor estado físico y anímico en general.
A diferencia del Tai Chi Chuan, que es una práctica, Tai Chi es un concepto filosófico que postula que todo en el universo está constituido por el constante intercambio entre dos energías (dos fuerzas, dos cualidades) nominadas como yin y yang.  Yin es la cualidad de lo receptivo, lo suave, lo sensible. Yang es la cualidad de lo penetrante, lo fuerte, lo duro.  No son energías absolutas y desconectadas, por el contrario, dentro de yang hay yin y dentro de yin existe yang.   Esto es mostrado en el conocido símbolo que intenta describir algo de este concepto de Tai Chi:
Una de las tantas consecuencias de esta concepción es, para decirlo fácil, que cuando las cosas llegan a su máxima expresión, inevitablemente cambian. No cambian porque esté bien o mal que así suceda. Solo cambian. El cambio, la mutación, es una característica fundamental de la vida para esta concepción filosófica.  El problema es que las cosas cambian y nosotros nos quedamos rígidos sin poder interactuar creativamente con el cambio.
Antes del Tai Chi, había el Wu Chi o el vacio, una potencia creadora que se expresa en las dos enrgías del mundo. El mundo de la manifestación del yin y del yang remite, por tanto, al mundo de la no manifestación, al vacio. Por detrás de la apariencia de los fenómenos que cambian de “lo bueno” a “lo malo”, de “lo lindo” a “lo feo”, hay vacío.  En este sentido y como primera respuesta a algo que es muy dificil de comprender, Tai Chi Chuan es el arte que pone en práctica este principiio del Tai Chi, este “saber” que las cosas tienen su curso y las apariencias cambian. Que lo que hoy consideramos “malo” y nos deprime luego vemos que, si lo aprovechamos como experiencia fue “bueno” y nos permitió un aprendizaje en la vida. Entonces “bueno” y “malo”, como categorías, están vacíos y dependen de nuestra interpretación.
Entonces la práctica más interna del Tai Chi Chuan no es “me sirve para....” sino un “estar ahí”, atento al momento presente, sabiendo que todo cambia y nosotros no estamos fuera, somos parte en ese fluir constante de la existencia.

Lic. Héctor Frattini – psicólogo/psicoanalista
profesor de tai chi chuan y lian gong tao
Tel: 4372-3892
hectorfrattini@yahoo.com.ar